Lo que leerán a continuación lo escribí hace ya varios meses. Fue un momento en que necesitaba escribirlo para terminar de sentirlo y no será la primera vez que mi teclado sea una terapia. Lo pongo a manera de introducción para que sepan más o menos a que atenerse cuando entren aquí...
Es complicado...
A veces las cosas tienen que pasar para darnos cuenta de lo que no queremos hacer en la vida. Siempre he sido de quienes creen que no hay que estrellarse contra la verdad para verla, porque no tienes que morirte para saber que es la muerte, pero a veces es necesario ir en contra de todo y de todos para que al final llegues a la conclusión de que eso no es lo mejor para ti.
Y si no es lo mejor, ¿Por qué rayos es tan difícil dejarlo? Esa es una de las preguntas que le haría a Dios si algún día tuviera el privilegio de hablar con el. ¿Que pasa con esos vicios de la vida a los que a veces no les encontramos gracia, pero que no queremos soltar?
Hace algunos meses podría haber respondido esa pregunta con un “eso es para gente que no sabe lo que quiere”. Pero he descubierto en varias ocasiones que somos esclavos de nuestras palabras, por lo tanto puedo saber lo que quiero pero no poder deshacerme de algo que no quiero.
Sería tan sencillo como caminar hacia esa persona y decirle: “¿Sabes una cosa? He descubierto que me haces daño y que no deberías estar en mi vida”. Sin embargo somos complejos por el simple hecho de ser humanos y la cosa es mucho más complicada que ir sacando gente de la vida como quien le saca las verduras a la sopa.
Todo esto puede sonar raro y hasta confuso, pero necesitaba escribirlo para terminar de sentirlo. Decir que se me había olvidado como podemos ser tan humanos para caer varias veces de frente a los mismos errores. Como nuestro corazón no se conecta con la cabeza y decide que puede jugar de nuevo el mismo juego tonto de querer.
Pero hoy he decidido que aunque duela aceptarlo, hay cosas que simplemente no podemos tener. Y que mi vida no puede ni va a detenerse por otro obstáculo, aunque mi corazón me diga que si. Ya está bueno. Ahora viene la parte que duele, pero ya no hay más que hacer. Cerrar los ojos, respirar profundo y arrancar la curita para ver que se viene con ella. Ojala todo lo malo, ahora que se está acabando el año. Ojala con el, te vayas tu….
Y si no es lo mejor, ¿Por qué rayos es tan difícil dejarlo? Esa es una de las preguntas que le haría a Dios si algún día tuviera el privilegio de hablar con el. ¿Que pasa con esos vicios de la vida a los que a veces no les encontramos gracia, pero que no queremos soltar?
Hace algunos meses podría haber respondido esa pregunta con un “eso es para gente que no sabe lo que quiere”. Pero he descubierto en varias ocasiones que somos esclavos de nuestras palabras, por lo tanto puedo saber lo que quiero pero no poder deshacerme de algo que no quiero.
Sería tan sencillo como caminar hacia esa persona y decirle: “¿Sabes una cosa? He descubierto que me haces daño y que no deberías estar en mi vida”. Sin embargo somos complejos por el simple hecho de ser humanos y la cosa es mucho más complicada que ir sacando gente de la vida como quien le saca las verduras a la sopa.
Todo esto puede sonar raro y hasta confuso, pero necesitaba escribirlo para terminar de sentirlo. Decir que se me había olvidado como podemos ser tan humanos para caer varias veces de frente a los mismos errores. Como nuestro corazón no se conecta con la cabeza y decide que puede jugar de nuevo el mismo juego tonto de querer.
Pero hoy he decidido que aunque duela aceptarlo, hay cosas que simplemente no podemos tener. Y que mi vida no puede ni va a detenerse por otro obstáculo, aunque mi corazón me diga que si. Ya está bueno. Ahora viene la parte que duele, pero ya no hay más que hacer. Cerrar los ojos, respirar profundo y arrancar la curita para ver que se viene con ella. Ojala todo lo malo, ahora que se está acabando el año. Ojala con el, te vayas tu….
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