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Para abrir nuevos caminos, hay que inventar, experimentar, crecer, correr riesgos, romper las reglas, equivocarse… y divertirse”. Mary Lou Cook

miércoles, 30 de noviembre de 2011

Un año después...

Muchas veces pareciera que los días se nos van lentos y tenemos la sensación de estar detenidos en el tiempo, así como en otras ocasiones estamos convencidos que las 24 horas de cada día se han reducido y se pasan en un abrir y cerrar de ojos. Esa última sensación me golpeó hace varios días y me hizo reflexionar en el último año que he llevado a cuestas.
La semana pasada confirmé que el 23 de noviembre y yo estamos algo confabulados. Ese mismo día el año pasado pisé por primera vez como periodista de sus filas la sala de redacción de El Heraldo. Todo un sueño para los periodistas de mi región que anhelan trabajar en el diario más leído de varios departamentos y un referente de nuestra ciudad a nivel nacional.
Una blusa blanca, un ‘jean’ oscuro para no parecer demasiado formal y mis mejores zapatos. Eso llevaba puesto, lo recuerdo bien. Por dentro, el anhelo de sentarme por primera vez a escribir una nota encabezada con mi nombre y verla publicada al día siguiente. La presencia en el consejo de redacción de ese día, todo lo recuerdo perfectamente. Hasta que comenzaron a explicarme lo que haría ese día: las breves.
Para quienes no lo saben las breves, o también llamados balcones, son notas pequeñas que van al principio de una página. Notas de agencias, eventos y cosas varias. Sin firma, por supuesto.
 
-Are you kidding me? ¿Vengo de otro medio para hacer esto? Fueron dos de los pensamientos que se cruzaron por mi cabeza.

-No te preocupes- Interrumpió mis pensamientos la voz de la practicante, que me explicaba el proceso de trabajo y el software en el que se redactaban las notas. –Esto es solo mientras te ajustas, en un par de días te mandan a la calle.

Fue entonces cuando recordé que todo en esta vida se trata de confianza y por más que hubiera trabajado en otros medios antes, para ellos era una completa extraña y necesitaban probarme. Lo hice, trabajé duro. En menos de lo que canta un gallo ya estaba en la calle haciendo notas, respirando el aire de las buenas historias y adentrándome más a los mundos que me fascinaban.
Hoy, un año después, no recuerdo cual fue esa anhelada nota encabezada con mi nombre que escribí aquí y me arrepiento de no haberla conservado en físico. Sin embargo, he conservado muchas otras cosas que han pasado en mi vida en el último año, en el trabajo y en mi vida.
Algunas algo dudosas, como la seguridad de que ya no soy dueña total de mi tiempo y que me moveré al ritmo de lo que ocurra en el país y el mundo. Otras amargas, como la seguridad de que no todo el mundo trabaja para obtener lo que tiene y que lo único que hacen estas personas para ganarlo es ir por la vida besando pies, cosa que ni en el más loco de mis pensamientos estoy dispuesta hacer.
Sin embargo, uno termina de sacar conclusiones para darse cuenta lo bueno, aunque a veces se esconda, está ahí. Amigos –pocos, pero suficientes- experiencias de vida y, en especial, la satisfacción de hacer lo que amo y creo correcto cada día de mi existencia es lo que me mantiene en pie, luchando por lo que mi corazón y cabeza me dictan.
365 días atrás me quejaba de muchas cosas sobre las que hoy tengo claridad. Quise aferrarme a alguien imposible lloré mucho, pero entendí que seguirlo persiguiendo era una pérdida de lágrimas y tiempo. Hice un viaje que me esperó al regreso con sorpresas y aquí estoy. Más vieja. Con algunas canas (es en serio) y peleando con los gorditos de mi abdomen.  Descubriendo eso que llaman ‘una relación’. Equivocándome. Tropezando. Siendo yo.
Pero lo más importante, un año después, es que sigo escribiendo mi historia con la misma pasión de siempre, la que me dice que a veces, aunque el sol se esconde por mucho tiempo, luego sale para brillar con fuerza. 

Y cada 23 de noviembre sigo recibiendo noticias que me emocionan el corazón…

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